La naturaleza no natural de la ciencia

El título lo tomo de un interesante ensayo de Lewis Wolpert (Ed. Acento). La ciencia suele presentarse desde el punto de vista del científico, es decir, desde la lógica interna del área. Sin embargo, la percepción del alumno es radicalmente distinta. Su lógica tiene que ver con su experiencia personal, que no suele llevarse bien con las teorías científicas que le cuenta el profesor.

Lo que resulta lógico para el profesor es antinatural para el alumno. Antinatural en el sentido estricto de la palabra, porque contradice su experiencia directa. Por ejemplo, la experiencia le dice al alumno que una mesa se mueve solo mientras la empuja, diga lo que diga la Primera Ley. Y no acaba de creerse eso de que las fuerzas actúan por parejas (“O sea -podría pensar el alumno-, que cuando juego al fútbol el balón me devuelve cada patada”), ni eso de que la materia está prácticamente hueca (“si toda mi masa corporal ocupa menos que una mota de polvo, ¿por qué es tan difícil entrar en un vagón de metro en hora punta?, o ¿por qué no puedo atravesar una pared de hormigón, como un fantasma?”). El profesor ha interiorizado tras muchos años de estudio un complejo entramado de principios y teorías científicas que le son muy útiles para explicar el mundo que le rodea, y se olvida a veces de la naturaleza no natural de la ciencia que enseña.

El modelo constructivista nos muestra que el alumno construye activamente los conocimientos a partir de las ideas ya existentes en sus estructuras mentales. Por tanto, el aprendizaje está condicionado por los conocimientos previos y por la experiencia, y a partir de aquí el alumno construye su propio significado. Esto explica que cuando se presentan conflictos entre la visión científica y la experiencia del alumno, la ciencia tiene poco que hacer: probablemente vencerá la experiencia personal. El alumno estudiará lo necesario para sacar los exámenes, incluso con buena nota, pero lo normal será que mantenga inalteradas sus ideas previas, aunque sean erróneas desde el punto de vista científico. Por ejemplo, los alumnos tienen tendencia a transferir los cambios macroscópicos al nivel microscópico (partículas que se dilatan, átomos que poseen color...). También tienen una visión continua de la materia, incompatible con la teoría cinética. El movimiento de los cuerpos se rige por la física aristotélica, y los intercambios térmicos por el modelo del calórico. Lógicamente, muchas de las ideas observadas están en paralelo con el desarrollo histórico de los conceptos científicos.

El problema es que muchos de los esquemas ya existentes en la estructura cognitiva de los alumnos son incoherentes con la ciencia formal. El reto para el profesor de ciencias consiste en plantear situaciones que pongan en evidencia la inconsistencia de esos modelos ingenuos del alumno y tratar de construir una estructura más coherente desde el punto de vista de la ciencia.

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