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Mostrando entradas de octubre, 2004

¿Qué podemos esperar del trabajo práctico en las clases de ciencias?

Ya en el siglo XVII, John Locke propuso la necesidad del trabajo práctico en la formación de los alumnos. El trabajo práctico disfrutó de su época dorada en los años 70, cuando surgieron proyectos como CHEM o Nuffield que indirectamente planteaban que para aprender ciencias había que trabajar como un científico. Exigían un trabajo práctico permanente para que los alumnos, con el apoyo del profesor, adquirieran por sí solos los fundamentos conceptuales. Hoy existe cierta unanimidad entre el profesorado de ciencias en considerar que el trabajo práctico es importante, pero también existe cierto escepticismo sobre su eficacia en términos de aprendizaje. Son varias las investigaciones que no han conseguido mostrar la eficacia y la bondad del trabajo práctico realizado, y casi todos hemos sufrido una cierta decepción al comprobar cómo algunos alumnos desaprovechaban el tiempo en el laboratorio, a pesar del potencial formativo de una práctica que habíamos preparado con ilusión. Lo mismo oc

Enseñanza de las ciencias. ¿Por dónde empezar?

- Acabo de llegar. ¿Qué tengo que hacer para llegar a tu casa? - Dime dónde estás ahora y te indico el camino. Seguro que daríamos una respuesta parecida a un amigo que nos fuera a hacer una visita. Es lógico, ¿verdad? Pues en las clases de ciencias no siempre ocurre así. Queremos que los alumnos lleguen a un determinado lugar (un objetivo curricular) y se nos olvida a veces que cada uno parte de lugares distintos. “ Toma la primera a la derecha ”, les decimos a todos... y claro, muchos se nos pierden. No queda más remedio que averiguar dónde está cada alumno antes de empezar, porque el “café para todos” no sirve en el aula. Y si esto es cierto en todas las áreas, es especialmente delicado en Ciencias, porque el alumno viene ya provisto de un entramado de preconceptos que inevitablemente entran en conflicto con la ciencia que les vamos a enseñar. Las actividades iniciales son muy importantes. Deben servir para generar interés por el tema, para proporcionar un hilo conductor que

La naturaleza no natural de la ciencia

El título lo tomo de un interesante ensayo de Lewis Wolpert (Ed. Acento). La ciencia suele presentarse desde el punto de vista del científico, es decir, desde la lógica interna del área. Sin embargo, la percepción del alumno es radicalmente distinta. Su lógica tiene que ver con su experiencia personal, que no suele llevarse bien con las teorías científicas que le cuenta el profesor. Lo que resulta lógico para el profesor es antinatural para el alumno. Antinatural en el sentido estricto de la palabra, porque contradice su experiencia directa. Por ejemplo, la experiencia le dice al alumno que una mesa se mueve solo mientras la empuja, diga lo que diga la Primera Ley. Y no acaba de creerse eso de que las fuerzas actúan por parejas (“ O sea -podría pensar el alumno-, que cuando juego al fútbol el balón me devuelve cada patada ”), ni eso de que la materia está prácticamente hueca (“ si toda mi masa corporal ocupa menos que una mota de polvo, ¿por qué es tan difícil entrar en un vagón de

Nobel de Física... a la creatividad

El premio Nobel de Física de este año parece surrealista: el descubrimiento de la libertad asintótica, nada más y nada menos. Se trata de una propiedad muy extraña de los quarks, componentes íntimos de las partículas nucleares. Esta propiedad contradice todas las interacciones conocidas: la fuerza de atracción entre dos quarks aumenta a medida que aumenta la distancia que los separa, y se hace despreciable cuando están muy juntos. Para entenderlo, hay quien recurre a la analogía de una pareja que se echa de menos cuando están lejos y se ignoran cuando están juntos. Los quarks no se pueden ver, ni obtener de manera aislada. Siempre están combinados, bien de tres en tres, como en el protón y el neutrón, bien de dos en dos, como en los hadrones. ¿Para qué sirven?, se preguntará más de uno. Bueno, para entender mejor la naturaleza de las cosas. Es ciencia básica, sí, poco útil en apariencia pero imprescindible para dar soporte a la ciencia aplicada. Puede que esta rareza de la libertad

Fusión Nuclear. ¿Para cuándo dice que lo quiere?

En plena guerra de precios del petróleo y bajo el anuncio de implantación del protocolo de Kioto es normal que resurja el interés por la energía nuclear, tanto en su versión de fisión – una cuestión olvidada que ahora disfruta de un nuevo “renacer” - como de fusión, un método que, puestos a soñar, sí que merece la pena. Como en un cuento de hadas, la fusión nuclear es una fuente de energía limpia, abundante e inagotable. Se trata de un proceso en el que los núcleos de dos isótopos de hidrógeno (podrían ser otros elementos ligeros) se unen para formar un nuevo núcleo de masa ligeramente inferior a la suma de masas de partida. Esa pequeña pérdida de masa se transforma íntegramente en una considerable cantidad de energía, que podemos determinar mediante la conocida ecuación de Einstein E=mc2, donde m es la masa transformada y c es la velocidad de la luz en el vacío. Esta energía es más habitual de lo que parece: es la fuente energética del Sol y de las estrellas. Pero reproducirla e