Frank Wilczek o la inimaginable realidad

Los creativos suelen caracterizarse por su pensamiento lateral o divergente, también en el ámbito de las ciencias. Un buen ejemplo es Frank Wilczek, Nobel de Física de 2004 por sus trabajos en el ámbito de la cromodinámica cuántica (QCD) y la hipótesis de la libertad asintótica.

Poco después de la concesión del Nobel ya expresé en un post mi admiración por el pensamiento divergente de los investigadores de este campo (el artículo, que profundiza en el sorprendente mundo de las partículas elementales, se llama “Nobel de Física... a la creatividad”), pero recientemente tuve la ocasión de conocer personalmente a Wilczek en una conferencia que dio en Madrid y, francamente, superó mis expectativas de estar ante un gran creativo de la ciencia.

A sus 53 años Wilczek, ataviado con un traje negro sobre una camiseta del mismo color decorada con las ecuaciones de Einstein, mostraba un aire juvenil y de “chico malo” al que contribuía una sonrisa estereotipada, que mantenía incluso en el nudo de los desarrollos matemáticos más duros.

De entrada empezó asociando creatividad y ciencia, algo nada habitual, y aclaró que sus planteamientos eran bastante complejos, ¡y vaya si lo eran! Lo difícil no fue su presentación de la ecuación de Dirac, con su correspondiente aparato matemático, sino sus sorprendentes visiones del espacio y del tiempo.

Para Wilczek el espacio y el tiempo están relacionados, y la realidad es inimaginable. El universo es mucho más extraño y complejo de lo que uno puede asimilar. Un detalle de esa complejidad es que la materia ordinaria, de la que están hechas las cosas que conocemos y nosotros mismos, constituye tan solo un cinco por ciento del universo. El resto es materia oscura, que contribuye a la gravedad, pero que desconocemos. El tiempo no transcurre: simplemente es. No tiene principio y final; “forma parte del universo de forma indivisible y no se puede cortar como si fuera una salchicha.”

A pesar de la complejidad del universo, Wilczek recordó la opinión de Dirac de que “los científicos tratan de explicar de forma sencilla las cosas más complejas, justo al revés que los poetas”. De ahí la importancia de profundizar en el conocimiento del universo, para poder describir cada vez más cosas con menos leyes. Wilczek se refirió en varios momentos a las fuerzas fuerte, electromagnética y débil, pero eludió la gravitatoria y, quizá para evitar las preguntas en ese sentido, aclaró que la unificación está muy lejos, con un horizonte superior a los treinta años. Todo un jarro de agua fría para los que veíamos próxima la teoría del todo.

Sin embargo, Wilczek se refirió con entusiasmo del nuevo acelerador de partículas que construye el CERN en Ginebra, que nos ayudará a saber qué ocurre a distancias millones de veces inferiores a las mínimas que conocemos hoy. Eso nos permitirá llegar al futuro y al pasado, a los primeros instantes del big bang, incluso a lo que sucedió justo en la enorme contracción anterior al big bang. Detrás de todo ese esfuerzo se esconde la búsqueda de la supersimetría, una teoría que permita explicar el origen de todo, una eterna aspiración de los físicos.

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