¿Real o virtual?

En el contexto educativo ha surgido un fenómeno emergente, el de los entornos virtuales de aprendizaje, que trae nuevas posibilidades para las actividades de enseñanza y aprendizaje. Lo virtual desembarca en la educación desprovisto ya del camuflaje fatuo con que se acercó a los mercados bursátiles, hace más de un año, y eso es positivo porque no se nos ofrece como una panacea, sino como una herramienta valiosa para el aprendizaje. Según el filósofo Pierre Lévy: “Lo virtual (...) no es lo contrario a lo real, sino una forma de ser que favorece los procesos de creación”. Pues sea bienvenido al aula.
En el aprendizaje de las ciencias, lo virtual puede jugar muchos roles: herramienta para la evaluación inicial, para mostrar modelos dinámicos, para la realización de actividades interactivas, para simular procesos y también para la recoger y tratar datos experimentales. La simulación se nos presenta como una alternativa frente al laboratorio tradicional, y es innegable que ofrece ventajas en lo relativo a reducción de costes y de esfuerzo. Preparar clases experimentales, aunque sólo se trate de experiencias de cátedra, es una tarea titánica cuando no se dispone de un tiempo específico para ello o de un profesor de apoyo. Sin embargo, las simulaciones sólo son útiles cuando se ha pasado la fase previa del contacto experimental. De lo contrario, son poco más que juegos interactivos. Las simulaciones no hacen milagros, y sólo sirven a los alumnos que están preparados. Dicho de forma más contundente, en palabras de José Antonio Marina, 'un burro conectado a Internet sigue siendo un burro'. Es decir, lo virtual no hará por nosotros el trabajo de educar.
Para que el aprendizaje sea significativo se necesario que se incorpore a las estructuras cognitivas del alumno, que han debido ser construidas previamente. Las actividades deben ayudar a establecer relaciones con los conocimientos anteriores, y en ciencias esto significa que es necesario un contacto previo con lo real antes de construir sobre lo virtual. Sin una referencia de realidad, lo virtual sólo ofrece situaciones abstractas, que presentan problemas extraños que no responden a nada significativo para el alumno, por lo que no tendrán repercusión en el aprendizaje. Claro que tan ineficaz puede ser una simulación abstracta de óptica geométrica como un complejo montaje tradicional sobre un banco óptico de última tecnología. Si no logran conectar con lo que el alumno sabe, no servirán de nada. Sería más eficaz una aproximación grosera a la formación de imágenes con matraces esféricos llenos de líquidos, o con cucharas bien pulidas, y sólo cuando se asimile lo básico y se puedan generar sencillas hipótesis, llegará el momento de acudir a experimentos más complejos o a simulaciones en ordenador. En todo caso, la pedagogía es más importante que la tecnología.

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