“Déjà vu”

Afirmar que no es lo mismo información que conocimiento es un tópico tan repetido que suena a pasado, a “déjà vu”, pero no viene mal recordarlo de vez en cuando si de paso se zarandean un poco las mentes demasiado acomodaticias.

En un estereotipo de profesor como profesional conservador, más cercano al mundo de la pizarra que al del ordenador, se apoya una afirmación de Seymour Papert, tan conocida como malévola: "Si hace cien años se hubiese podido invernar a un cirujano y a un maestro y en la actualidad se les retornase a la vida, resultaría que el cirujano difícilmente reconocería un quirófano moderno, mientras que el maestro identificaría prácticamente todos los elementos del aula y, con un poco de suerte, incluso podría seguir la explicación él mismo." Sin duda la frase tiene mucho de demagogia, porque puede haber un cambio metodológico muy profundo y seguir usando la tiza, pero es innegable que el mundo educativo es un poco reacio a introducir nuevas herramientas.

De hecho, muchos profesores experimentan inquietud y ansiedad ante las nuevas tecnologías, porque se sienten en desventaja ante sus propios alumnos. No les falta motivo; los niños muestran una sorprendente habilidad frente a las nuevas tecnologías, seguramente porque para ellos no tienen nada de "nuevas". Don Tapscott dice que "las tecnologías solo son nuevas para quien nació antes que las inventaran", y nuestros alumnos ya han nacido inmersos en el mundo digital; tienen ventaja. Sin embargo, eso no justifica el rechazo hacia ellas; son sólo herramientas poderosas y hay que verlas como una auténtica oportunidad para el mundo educativo: cuando se pone un gran caudal de información al servicio de la sociedad, surge la necesidad de ayudar a la gente a comprender esa información y transformarla en conocimiento; ¿no es esa la tarea del profesor?

Lo importante no es la información, sino el conocimiento, y ni las nuevas tecnologías ni ninguna otra herramienta crean conocimiento. ¿Qué importa que un entrenador de atletismo sea mucho más lento que el atleta al que prepara? No tiene que competir con él, sino enseñarle a desarrollar al máximo sus capacidades. Puede que el alumno tenga más habilidad que el profesor con las nuevas tecnologías, pero el profesor posee más conocimiento, más sabiduría. Por eso es absurdo rechazar de entrada las indiscutibles ventajas que ofrecen las nuevas herramientas al mundo educativo.

Claro que igualmente absurda es la posición contraria: sobrevalorar las nuevas tecnologías hasta entender que encierran el paradigma del conocimiento. Ocurre con un grupo reducido de profesores que, cegados por el resplandor de lo nuevo, han dejado a un lado su área de conocimiento y se han centrado exclusivamente en las nuevas tecnologías, como si ellas fueran el objetivo. Una reflexión de Nicholas Negroponte nos ayuda a describirlos: "La diferencia fundamental entre un perro y un ser humano es muy sencilla; cuando se señala con el dedo, el perro mira hacia la punta del dedo, y el ser humano dirige su vista hacia donde apunta el dedo". Pues bien, estos profesores se han quedado embelesados mirando el dedo de las tecnologías en lugar de contemplar las posibilidades que ofrecen.

Por tanto, no confundamos el medio con el fin, el soporte con el mensaje, la tecnología con el conocimiento. Nadie puede saber cómo enseñaremos en el futuro, si usaremos libros o la red, pero ¿qué importa eso? La información sólo es un medio, un recurso cada vez más asequible, pero hace falta procesarla, convertirla en conocimiento, y por eso la escuela tendrá un papel cada vez más importante, aunque está más claro que nunca que su finalidad no será tanto enseñar como desarrollar la capacidad de aprender a aprender.

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