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Mostrando entradas de diciembre, 2007

PISA: el “gran hermano” de la OCDE

“¡Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado!” concluye con pasión Pérez Reverte en un duro artículo en el País Semanal , donde ataca sin contemplaciones a políticos, pedagogos y todos cuantos han tenido en sus “ manos infames la enseñanza pública en los últimos veinte o treinta años .” Su crítica, no exenta de cierta demagogia, se ensaña con la torpeza de quienes han extirpado de las aulas “ el análisis inteligente, la capacidad de leer y por tanto de comprender el mundo, ciencias incluidas .” Pero sobre todo se centra -y en esto comparto plenamente su opinión- en la arrogancia incomprensible de los responsables políticos, su autocomplacencia imbécil y su falta absoluta de autocrítica.  Daban la razón a Pérez Reverte los ponentes del MEC que, el pasado miércoles 19, en la presentación oficial de los resultados de PISA, se esforzaban denodadamente por buscar lecturas laterales que relativizaran, cuando no ensombrecieran, los demoledores resultados del informe. Presumían de los

Los chimpancés nos superan en algunas capacidades intelectuales (y esto no va del informe PISA)

¡Vaya jarro de agua fría para nuestra especie, tan pasada de autocomplacencia y de “incontinencia de ego”! Resulta que en una amplia batería de pruebas experimentales, llevadas a cabo por investigadores de la Universidad de Kyoto , los chimpancés de cinco años demostraron tener mejor memoria numérica que los estudiantes universitarios. Y como explica el director del estudio, Tetsuro Matsuzawa , el experimento no deja margen para la casualidad: «Hay mucha gente, incluidos muchos biólogos, que cree que los humanos somos superiores a los chimpancés en todas las funciones cognitivas. Nadie podía imaginar que chimpancés de cinco años tuvieran más habilidad memorística que los humanos. Demostramos por primera vez que tienen una habilidad extraordinaria para recordar números, mayor que la de los humanos adultos que hicieron la misma prueba». Frente a la actividad frenética de los simios, respondiendo compulsivamente y sin cometer un solo error (¡qué envidia!), impresiona el desconcierto de