Las TIC como crecepelo

Un personaje entrañable del western clásico era el buhonero, que trasladaba en su carreta una infinidad de género -como las tiendas de los chinos pero en versión ambulante- para surtir a los desabastecidos pioneros. Entre ellos, un grupo peculiar lo constituían los charlatanes, que ofrecían remedios universales, generalmente un elixir milagroso traído del lejano oriente, al que no se le resistía ninguna dolencia, malestar o inconveniente, de la gastritis a la alopecia. En este caso, la condición de ambulante venía forzada por la necesidad de salir por piernas de cada población, bien porque el milagro se hacía esperar, bien porque los resultados no eran precisamente los anunciados.

Con las TIC pasa lo mismo. Sube un buhonero charlatán a la tribuna del Congreso y ofrece el remedio curalotodo para los males de la educación. ¡Y se lo compran sin rechistar hacer ni una sola prueba! El elixir TIC obnubila a los políticos.. y a muchos pedagogos. Poco importan los informes experimentales que evidencian la dudosa eficacia del remedio, al menos, si se aplica con escasez de criterios. Nadie objeta ante el crecepelo milagroso.

Que los políticos caigan rendidos ante el ordenador no me sorprende. Ante una grave situación educativa, es infinitamente mayor el impacto mediático de abarrotar las aulas con ordenadores que el de incorporar profesores de apoyo. Al fin y al cabo, los efectos solo se verán a largo plazo, más allá del horizonte electoral. Lo que me cuesta aceptar es el embeleso de los pedagogos ante el discurso embaucador de las TIC. ¿No recuerdan que las grandes innovaciones educativas tienen que ver con la reflexión y la acción, pero no con la tecnología? ¿No ven que los países que destacan en las pruebas internacionales tienen menos dotación tecnológica que nuestras regiones más atrasadas? ¿Por qué, entonces, aplauden al charlatán en vez de lanzarle tomates o sacarlo del estrado a gorrazos?

Si algo hemos aprendido es que estamos en un entorno de amplísima diversidad, donde cada alumno parte de una posición diferente, con sus propios organizadores y preconcepciones, sus propios intereses y sus propios modelos y ritmos de aprendizaje. Por tanto, el "café para todos" no sirve, llámese clase magistral, manual enciclopédico o minipecé. Ante un entorno tan diverso hay que dar la bienvenida al ordenador como un recurso poderoso para enriquecer -nunca para sustituir- la lista de recursos disponibles. He llegado a ver almacenados en cajas los materiales de un laboratorio de ciencias -relativamente moderno y bien surtido- para hacer sitio a una nueva aula de informática, y eso es una desgracia para el aprendizaje. ¿Se puede aprender mecánica con un laboratorio virtual? Sin duda, pero ¿es esta la forma de lograr una mejor experiencia de aprendizaje? ¿Quién se pondría en manos de un cirujano a sabiendas de que todo su entrenamiento clínico lo ha hecho mediante un ordenador?

Los pedagogos seducidos por el discurso del charlatán explotan el argumento facilón de que el ordenador ha conquistado todos los ámbitos de la sociedad, mientras que las aulas siguen ancladas en un modelo básicamente transmisivo, desfasado e ineficaz. “Si todo el mundo usa el ordenador, ¿cómo es que no está en la escuela?”. Este es un discurso pernicioso y erróneo, que explica las grandes inversiones fallidas. La pregunta es “qué debemos cambiar del modelo educativo actual para atender mejor la diversidad creciente”, y “qué pueden aportar las TIC dentro de este nuevo modelo”.

Es ingenuo pensar que la tecnología por sí misma va a provocar grandes cambios en el aula. Al contrario, las experiencias demuestran que al incorporarse como mero sustitutivo de otros recursos, como el libro de texto, sin una reflexión profunda sobre la organización de los agrupamientos, los espacios y los tiempos escolares, refuerza aún más lo que ya se venía haciendo y no contribuye a la innovación y mejora educativas.

La venta del elixir curalotodo es fácil, porque nos ahorra la compleja decisión entre otros numerosos recursos disponibles, y poco arriesgada para el charlatán, porque los resultados vendrán en el largo plazo. De modo que cuando un informe serio analice los resultados, como ha ocurrido recientemente con el demoledor análisis tras ocho años de implantación de las TIC en las Landas, el charlatán ya estará lejos o habrá sacado otro distractor de su carreta.

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